miércoles, 20 de mayo de 2015

Si no eres para ti mismo… (Rabino Hillel)

                 “Si no eres para ti mismo ¿quién será para ti? 
                          Si sólo eres para ti ¿quién eres tú? 
                                  Y si no ahora ¿cuándo?”

Como ya comenté en un post anterior — http://ferdinandusscripsit.blogspot.com.es/2014/07/iniciales-para-un-texto-del-rabino.html —, la primera vez que leí esta frase del Rabino Hillel (c. 70 a. C.-10 d. C.) fue en mi juventud, creo recordar que en un libro de Erich Fromm. Reflexioné mucho sobre ella, y ha sido una de aquellas ideas que no me ha abandonado nunca; a menudo, entendiéndola desde perspectivas diferentes, se ha ido enriqueciendo en mi interior.
Un día la busqué en internet. Encontré poca cosa; apenas unas cuantas entradas. Una de ellas, sin embargo, la contextualizaba de una forma poética, no sé si real o imaginada. La guardé junto con el enlace; la he vuelto a buscar después, pero siempre ha sido inútil. Aparece el “Not Found” de cuando algo ha desaparecido de la Red. 
El enlace original, que copié, era: http://tinterovirtual.com/article1032.html y, aunque ha desaparecido el artículo, la página general sigue operativa. Es una colección de relatos que recomiendo, con mi agradecimiento por la información que me dieron en su día.
Al final reproduzco el artículo citado, por si a alguien le interesa.
El trabajo se ha alargado durante meses. Pruebas, ideas, nada acababa de convencerme. Comencé en julio de 2014 el diseño de las iniciales antes citado —la orla del centro de la S la tomé de una letra iluminada de Alberto Sangorski—; seguí en agosto con el diseño de la S capitular que sigue

en incluso esbocé cómo debería de quedar. 

Pero me pareció demasiado abigarrado, así que lo dejé reposar hasta que fuera el momento. Y ahora me he decidido; comencé por cambios en la S, luego cambié también las iniciales, haciéndolas más sencillas y, finalmente, me decidí por utilizar un texto colorido, separando cada frase con una tonalidad diferente.


Y este es el resultado.

Las acuarelas han sido las de la caja de Akademie, el rojo la tinta Escarlata de Winsor & Newton y para el blanco la tinta 974 White, también de Winsor & Newton. Por cierto, en las pruebas previas sobre otro tipo de papel destacaba más, pero al dibujar sobre la tinta en éste, el trazo quedaba menos claro y limpio.

Ferdinandus, d.s. bajo el signo de Tauro

El artículo citado es el siguiente:
Anónimo escribió "Las reflexiones del rabino Hillel" Por DA5ID MEIER 
Me llaman Judá Ben Josué, con lo que todo el mundo civilizado (y aquí excluyo a los romanos) podría deducir fácilmente que mi padre es Josué, el Josué que vive en la casa de adobe de las afueras de Yeroshalaim, el Josué conocido por los vecinos por su verbo fácil, su esposa de pelo rubio (mi madre, ya veis) y su afición al vino en las noches de invierno. Pero he pasado bastante más tiempo con el viejo rabino Hillel, que por algún extraño motivo me ha tomado cierta simpatía. Al fin y al cabo, él es un hombre importante, líder de la corriente de los fariseos, y cuando habla (tiene la voz seca, arrugada como una pasa, una voz que se desliza sobre las rocas como si le costara remontar el vuelo, tanto que a veces no se le puede escuchar de pie, sino que hay que pegar el oído al suelo, como los rastreadores filisteos) parece que el mismo Adonai se expresara a través de sus labios. 
Naturalmente, esto lo consigno aquí en voz baja, porque semejante sacrilegio bastaría para que me lapidaran, o algo peor. El otro día mataron a uno de nuestros vecinos en una disputa, fomentada por el calor, el exceso de vino y los derechos sobre los pastos de cierto lugar perdido, más allá de Galilea, uno de esos sitios en los que nadie querría vivir si tuviera dos dedos de frente. 
—Sangre por sangre, vida por vida— musitó el rabino en tono cansado, mientras los dos contemplábamos el cadáver, la cabeza quebrada, los brazos laxos. Mira esto, joven Judá... quien mata, abroga su propio derecho a la vida. 
—De modo que si alguien mata a alguien, ¿merece la muerte? 
—Eso dicen las escrituras —musitó el anciano. 
Por aquel tiempo el rabino Hillel tendría cerca de noventa años, pero su mente era tan fría y afilada como un cuchillo. 
—¿Y si alguien matara a más de una persona? 
El rabino no me contestó, exiliada su mente a rincones de los que yo nada podía saber en aquella mi infancia. 
—¿Merece la muerte quien mata? Pues entonces, quien mata a dos personas merece la muerte dos veces. ¿Y quien mata a diez? ¿O a ciento? ¿Y quien proclama la guerra? ¿Se pasa la culpa de las manos del soldado que mata a una mujer, o la viola, o la rapta, al soberano que ha ordenado que sus tropas marchen sobre sus enemigos? ¿Dónde acaba el círculo? 
—No lo comprendo, rabino, le dije cierto día. 
—Escucha, joven Judá... debes aprender a ver con tus ojos, no con los ojos que te han prestado tus padres y tus vecinos. La educación, Judá, es el exilio de uno mismo de la patria en la que ha vivido, es marchar solo, desnudo y sin alimentos, hacia una tierra vacía en la que, con suerte, podrás vivir conforme a lo que crees. A veces, Judá, la apostasía es la solución valiente. 
Era terrible que el rabino Hillel dijera aquello, él que representaba el alma espiritual de nuestro pueblo. 
—No puedo pensar sólo en mi, rabino. 
—Ah, joven Judá... si no eres para ti mismo, ¿quién será para ti? Y si sólo eres para ti, ¿en qué te habrás convertido? 
Pensé un rato en sus palabras. No las entendía. Supuse que llegaría a hacerlo cuando me exiliara de mí mismo, cuando llegara a saber lo que era en verdad. 

—Y —añadió el rabino—, piensa también: si no decides ahora, ¿cuándo lo harás? 

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